Se estrenó públicamente en Londres en 1919. Mezcla de suite y de poema sinfónico, su gran difusión se debió probablemente a la temática mística y cosmogónica que tanto interesaba al compositor. El orden de las piezas obedece a la ley del contraste expresivo, repartiendo en siete planetas las sensaciones que intenta transmitir: Marte – la guerra, Venus – la paz, Mercurio – el mensajero alado, Júpiter – la alegría, Saturno – la vejez, Urano – el mago, y Neptuno – el místico. De esta manera, la obra no aspira tanto a representar al sistema solar que a principios del s. XX se consideraba como referencia, como a explotar musicalmente los significados esotéricos asociados a ciertos planetas en el imaginario popular. Plutón, descubierto en 1930, no aparecía entre los mismos. Pero por su cercanía y falta de misterio, tampoco la Tierra mereció un lugar en la obra del músico.
La “respiración del universo” que según los antiguos filósofos estaba representada en la música de las esferas, se intenta evocar, por ejemplo, en el místico Neptuno, mediante el uso de armónicos en violines y flautas; la violencia de la guerra, elegida para el inicio, será un conjunto de percusiones siguiendo ritmos irregulares. Lo que logra Holst en Los Planetas es la recreación de un clima, un ambiente, una conexión sonora evocadora de espacios siderales. El programa preestablecido de estados anímicos astrales ha sido sin duda parte fundamental del triunfo de la obra entre crítica y público, ayudado también por los “recuerdos” a melodías de Dukas, Berlioz, Rimsky-Kórsakov, D’Indy o Stravinsky, que se desgranan entre planeta y planeta. La actitud de Holst cuando compuso esta obra, sin embargo, no era sólo la de un curioso, sino la de un activo e interesado participante en dichas creencias.
Iniciada en 1914, fue finalizada durante la Primera Guerra Mundial, a pesar de que sus poderosas imágenes de violencia nunca tuvieron relación con el evento, según el autor. Holst era un gran aficionado a la astrología, y reconoció que la idea había sido alentada tras un encuentro fortuito con Clifford Bax durante un viaje por España en 1913. Con él conversó acerca de astronomía y de la -supuesta- influencia de los astros en la vida de los seres humanos. No cabe duda de que, en dicho encuentro la astrología predominó sobre la astronomía, ya que más que reflejar el sistema solar, la música de Holst se asocia con el esoterismo de los signos zodiacales. Acaso sea esa la clave del éxito que acompaña a su obra desde entonces, incluso hasta hoy.
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